A la hora de diseñar
la imagen de una empresa o un espacio corporativo de cualquier escala no es
necesario que todos se parezcan a Facebook o a cualquier empresa tecnológica, pero
demasiados lo intentan y en el camino se pierde mucho.
La globalización ha homogeneizado
el aspecto de todo tipo de oficinas, generando el efecto opuesto que perseguían
originalmente algunos de estos diseños: tener ambientes creativos y dinámicos,
abiertos y adaptables, siguiendo el perfil que cierto tipo de empresas
necesitan para atraer su personal.
Sólo que al instalarse
como moda, esta mimetización anula la diferenciación buscada y – peor aún -
encara erróneamente la adaptación a las funciones específicas de ciertos
espacios, al punto que los locales de empresas disímiles proyectan la misma
imagen vinculada al sector tecnológico.
La pereza o falta de
concientización a la hora de proyectar estos espacios omite analizar y resolver
las necesidades operativas que puede requerir una empresa de seguros, de diseño
editorial o de servicios de abogados. En todos los casos, el resultado estético
y funcional no debería ser intercambiable según el giro y actividad a
desarrollarse.
Quizás sea esta
confusión la que lleva hoy día a un cliente de un banco a contar sus
intimidades financieras a un oficial de cuenta ubicado en un escritorio abierto
a la vista y oídos de una veintena de clientes en la sala de espera contigua.
El despiste afecta
desde la música funcional, al grado de interacción entre estaciones de trabajo,
la importancia que se le dé o no al tiempo libre, la sutil línea entre espacios
lúdicos y descanso del trabajo o el color y texturas de los muros. Todas estas
decisiones dicen mucho de cada lugar y condicionan sus balances finales.
Es por esto que aplicar
modelos globales sin tamizarlos con una reflexión seria sobre cada caso
particular lleva a ejemplos vacíos de contenido que afectan el rendimiento de
los empleados, cayendo en clichés innecesarios:
_"Para trabajar
en tecnología se debe ser creativo" es casi un lugar común si pensamos que
hoy por hoy hay que ser creativo en cualquier rubro.
_ "La interacción
y apertura de espacios favorece el trabajo en equipo" no es siempre
cierto. No todas las actividades se optimizan escuchando conversaciones de los
vecinos y demás distracciones del entorno.
_ "La importancia de espacios lúdicos
dentro de la empresa fomenta mayor rendimiento" es por lo menos variable
según la cultura laboral autóctona. No todas las personas se activan con la
misma libertad, algunos requieren marcos más acotados para rendir y no caer en
la dispersión.
A las empresas
tecnológicas se les debe el avance y ruptura de muchos esquemas corporativos y
está muy bien que haya pasado. El crecimiento exponencial del sector en los
últimos 20 años le permitió, comenzando de cero, reformular estándares y crear
soluciones sui generis.
Entre las lecciones
que deja este movimiento es el ánimo de crear algo nuevo obviando las
referencias establecidas, generar una imagen rupturista y asociarla al sector, actuar
de forma de atraer exactamente al público que necesitan, y hacerlo globalmente.
Pero también está el
desafío de encontrar otros modelos que puedan ser respetuosos de cada rubro. Considerando
la historia, eso se suele lograr en base a la oscilación de extremos: El
medioevo oscuro evolucionó al renacimiento luminoso, el clasicismo dio paso al
barroco, y así como los demócratas suceden a republicanos, las modas holgadas a
las ajustadas, así se van renovando conceptos y rescatando lo válido de lo
anterior.
Seguramente el
equilibrio esté en algún punto medio entre el encasillado de los años 60 tipo Mad Men en el mejor de los casos, y el
caos estructurado del siglo XXI naciente.
La clave está en
actualizar y hacer honor al adjetivo creativo para identificarnos con nosotros
mismos y no con el de en frente o al lado.
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